Segundo paso
Llegamos a creer que un Poder mayor a nosotros podía
restaurarnos a la sanidad[1].
Comprendiendo el segundo paso
Observé las aguas turbulentas del río, y sentí miedo. ¡La
valentía que había presumido se me escapó por el sudor de mi piel! Al pensar en
lanzarme en mi balsa por los rápidos ¡Mis piernas comenzaron a temblar! Fue
entonces cuando el guía que comandaría nuestra expedición comenzó a hablar.
Sonaba tan seguro y confiado en que todo iba a salir bien que reí y me
tranquilicé. Aunque esta travesía era muy aventurada, confié en hacerla una
experiencia segura y divertida.
El Segundo Paso trata de la fe; en confiar y creer. La fe no
se racionaliza – simplemente es. La fe no se fabrica – nos la otorga un Poder
mayor a nosotros. La fe no se gana – es un regalo. La fe no es opcional – es
imprescindible. Muchos ríos turbulentos nos esperan en nuestra recuperación. Y
cuando creamos en un Poder mayor que nosotros, tendremos la fe para creer que
no solo existe, sino que además, nos cuida con amor.
Trabajando el segundo paso
Si el Primer Paso se ha trabajado correctamente, hemos
admitido la impotencia e inmanejabilidad de nuestra vida, nos sentimos vacíos y
nos preguntamos: “Si soy impotente y no puedo manejar mi vida, entonces ¿quién
puede?” Aunque por ahora no lo comprendas, ¡Un Poder mayor que tú sí puede!
Y nos ayuda colocando una pequeña semilla de fe en nuestros corazones. Esta
semilla no es grande. Tan solo es la confianza en crecimiento de que algo más,
mucho más poderoso que yo, me tomará a su cuidado. El Segundo Paso nos ayuda a
aceptar que la semilla de la fe nos la regala el solo hecho de creer en un Poder
mayor que nosotros. Admitiéndolo, iniciamos el proceso de confianza para que
nos cuide y ayude a manejar nuestra vida.
Preparándonos para el segundo paso
Nos preparamos admitiendo que sabemos muy poco, si no es que
nada, de un Poder mayor que nosotros, del cual muchos tenemos una idea muy
distorsionada. Aunque no seamos rápidos en admitirlo, quizás creemos que es como
nuestros padres: abusivo o ausente; o parecido a otras personas cercanas que
nos abandonaron y que no les importó como nos sentimos, y que es cruel y está
esperando para juzgarnos; sobre todo si, durante nuestra niñez, continuamente nos
dijeron que Dios nos iba a castigar.
Nos prepararnos poniendo a un lado todas las creencias
equivocadas que aprendimos de Dios durante nuestra infancia. Por ahora, lo que
nos conviene es creer lo que dice la Segunda Tradición ANA: “... sólo existe una autoridad fundamental:
un Poder superior amoroso, como lo queramos concebir...”
[1]
Sanidad: En el contexto del Programa ANA, se refiere a un estado integral de
salud física, mental y espiritual.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario