Admitimos que éramos impotentes ante las deficiencias de nuestra infancia - que nuestras vidas se habían vuelto inmanejables
Comprendiendo el primer paso
¿Recuerdas cuando eras niño y te hacían cosquillas? Y
algunas veces te las hacían tan fuerte que perdías el control, y gritabas “¡Me doy, me doy, por favor, ya no me hagas
cosquillas!”. ¿Y algunas veces, hasta que alguien te rescataba dejaban de
molestarte?
El Primer Paso es como este episodio de nuestra niñez. Nuestra
vida, conductas y actitudes son como esa persona cruel que nos hacía
cosquillas, y ahora nos causan dolor y daños. Y tratamos de controlar para
dominar y protegernos, pero los resultados frecuentemente han sido un caos. Y
ahora no queremos ni ceder el control ni liberarnos de este tormento. En el Primer
Paso admitimos que ya no podemos seguir así. Pedimos que nos liberen. Gritamos
llorando: “¡Me doy!”.
Trabajando el primer paso
El Primer Paso nos brinda la oportunidad para admitir
nuestra realidad y reconocer que nuestra vida no está funcionando como
quisiéramos. Aprovechamos esta oportunidad para dejar de fingir y enfrentarnos
a nuestra impotencia; en cierta forma, detenemos el malabarismo que hemos
realizado con nuestras vidas durante tanto tiempo. Admitimos que no podemos
continuar con la falsa idea de tener el control. Si esto significa dejar caer
las pelotas, entonces ¡que se caigan, y ya! Estamos tan cansados de
hacer tantos malabares con nuestra vida, que estamos listos para aceptar lo que
venga.
Preparándonos para el primer paso
Manejamos nuestra vida de tal modo que llegamos al final de
la cuerda y tocamos fondo. Nuestro esfuerzo y modo de hacer las cosas nos falló.
En este punto, el Primer Paso nos da la oportunidad de reconocer que no tenemos
control sobre nuestra vida. Nos preparamos admitiendo que nuestra impotencia es
el primer paso del viaje que nos llevará hacia la plenitud. Este paso detiene
el esfuerzo mal aplicado y nuestra forma de vivir. De hecho, nos da permiso
para rendirnos.
Oración para el primer paso
Siendo Honesto
Siendo honesto, no sé
a quién le estoy orando.
Quizás me esté
hablando a mí mismo, pero...
Siendo honesto, ya no
puedo soportarlo más.
Mi vida es un fracaso,
me siento como un...
Siendo honesto, quiero
morir,
quiero dejar de
lastimarme; ya no quiero lastimarlos.
Siendo honesto, no sé
qué es lo que debo de hacer.
Estoy perdido...
vacío... todo es oscuridad.
Siendo honesto, no sé
si alguien realmente me esté escuchando,
Pero si me escuchan, por favor...
¡Ayúdenme!
L
|
as ideas presentadas en el Primer Paso son sobrecogedoras
para la mayoría de los Adultos Niños, hasta que empezamos a ver nuestra vida
como lo que realmente es. Nos sentimos amenazados al ver que hemos sido
impotentes ante nuestra vida y que no hemos sabido manejarla. Nuestra experiencia
nos recuerda que nuestras conductas no siempre nos han producido paz y
serenidad. Nuestra niñez, si fue afectada por personas con problemas
emocionales o que abusaron substancias, inconscientemente frustra nuestros
mejores planes, sueños y deseos. A menudo, nuestro problemático pasado nos ha
hecho perder contacto con nosotros mismos y nuestra vida está plagada de
conductas indeseables y fuertes emociones.
Vivimos en una sociedad que da gran valor a los logros
individuales. Quizás de niños se nos enseñó a tener mucho éxito y que lo más
importante en nuestra sociedad es ser competitivo en la escuela, en los
deportes y en los negocios para ser “triunfadores”
y “personas exitosas”. Sin embargo,
si no logramos hacer lo que se nos enseñó, entonces nos sentimos “perdedores” y “fracasados”. Debido a la ausencia de buenos modelos de crianza,
los Adultos Niños solemos vivir confundidos, sin saber a dónde pertenecemos y
tratando de saber que es normal. Nuestro sentido del valor y el mérito no está
determinado por lo que hacemos, sino que más bien por lo que otros piensan de
lo que hacemos. Analizando nuestro pasado, podemos seguir definiéndonos como “perdedores”, condicionándonos a fallar;
la ausencia de amor propio nos dificulta ser triunfadores, lo que nos provoca
tensión y ansiedad.
Al ir madurando, esta situación se complica más, y la
tensión no nos permite sentir satisfacción, lo que complica aún más nuestros
problemas. Nuestros miedos e inseguridades se incrementan, provocándonos mayor
miedo y, quizás, hasta pánico. Para aliviar la tensión, algunos empezamos a
desarrollar conductas obsesivas compulsivas como comer, apostar, tener
romances, sobre trabajar, ser activo socialmente y otras conductas
adictivas/compulsivas. Y en casos más desesperados, a usar substancias
alteradoras de nuestro estado de ánimo como drogas, alcohol, etc. En
conclusión, si al analizar nuestra vida con objetividad reconocemos que es como
un torbellino, estamos listos para el Primer Paso. En este punto no tenemos
mejor alternativa que admitir que somos impotentes ante las deficiencias de
nuestra infancia, que nuestra vida es inmanejable y que es mejor pedir ayuda.
El Primer Paso establece el cimiento para trabajar los pasos
restantes: admitir nuestra impotencia ante las circunstancias de nuestra vida e
incapacidad para manejarla. Rendirnos ante esto no es fácil. Aun cuando
nuestras actitudes y conductas nos han producido tensión y dolor, es muy
difícil rendirse, desprenderse y confiar en que las cosas puedan ser mejores. Las
reacciones ante esto son diversas. Pueden provocar malestares diversos como
confusión, tristeza, ansiedad, mareos, insomnio, etc. Son las respuestas
normales a los severos esfuerzos internos que sentimos al trabajar con el
Primer Paso. Es importante recordar que rendirse requiere de una gran energía
mental y emocional, así como de una fuerte determinación. En este punto no te
desalientes, porque te espera una vida nueva de libertad y felicidad.
Reflexión personal
En el Primer Paso admitimos objetivamente la realidad de
nuestra vida. Posiblemente por primera vez admitas una derrota y que necesitas
ayuda. El Primer Paso consta de dos partes:
v
En la primera parte admitimos que como resultado
de nuestra impotencia hemos desarrollado tendencias obsesivas que se
manifiestan en la forma mediante la que hemos tratado de manipular nuestra vida
para apaciguar la tensión y la ansiedad provocadas por nuestros esfuerzos, lo
que nos ha atado a un proceso adictivo que nos ha hecho impotentes ante
nuestras actitudes y conductas.
v En
la segunda parte del Primer Paso admitimos que nuestra vida es y seguirá siendo
inmanejable si insistimos en vivir únicamente con nuestros recursos.
Tu
historia: ¿Qué te ha impedido aceptar que has sido
impotente y que no has sabido manejar tu vida? ¿Qué área de tu vida te está
causando la mayor tristeza?
Estamos tan acostumbrados a asumir una responsabilidad
absoluta por todo lo que sucede en nuestra vida y en la de los demás que
nuestro orgullo se rebela ante la idea de que somos impotentes y que debemos
dejar de ser dominantes. Por haber sido criados en un ambiente familiar
disfuncional, es natural que seamos reactores ante los cambios, por lo que
muchos nos hemos convertido en personas excesivamente responsables, mientras
que otros nos hemos retraído y nos hemos hecho muy irresponsables. Hasta que no
sobrepasemos el umbral personal de dolor, no seremos capaces de dar el Primer
Paso que nos lleva hacia la libertad y la renovación de la fortaleza interna
que hemos buscado. Debemos aceptar plenamente el hecho de que hemos sido
impotentes antes de poder rendirnos completamente.
Tu
historia: ¿Qué eventos de tu vida provocaron que te
dieras cuenta de la profundidad de tu dolor? El dolor es una señal que activa
tú adicción, obsesión o compulsión. Concretamente, ¿qué dolor es tu señal más
fuerte?
Al aceptar la realidad de nuestra situación, buscamos de
forma natural a otros para que nos den respuestas. Nos sentimos como tímidos
principiantes y nos asombramos al reconocer que se nos ha escapado la calidad
de vida que estamos buscando. Puede ser que nuestros amigos nos recomienden ver
a un psiquiatra o hablar con algún pariente de confianza. No importa que tantas
fuentes externas busquemos, no sentiremos alivio sino hasta que, por nosotros,
en nuestra propia mente y corazón, aceptemos y reconozcamos nuestra impotencia.
Así, y sólo así, empezaremos a ver que el Primer Paso es el inicio de la
liberación, aún cuando aun pensemos que la vida funciona con nuestras anticuadas
técnicas de supervivencia.
Tu
historia: ¿Cómo tus dependencias no te dejan ver tu
realidad? ¿Cuál es tu mayor miedo? ¿Qué te hace dudar?
El Primer Paso debe ser un compromiso permanente. Debemos
recordar que nuestras conductas, hábitos y actitudes destructivas son parte de
nosotros y reacciones inconscientes a las tensiones de la vida. Conforme nos
demos cuenta cómo surgieron, podremos admitir nuestra impotencia y buscar una
solución con la ayuda de un Poder mayor que nosotros. Este simple acto abre la
puerta a la sanación.
Tu
historia: ¿Dónde sientes una fuerte necesidad de tener
el control? ¿Cuáles son los resultados de tus hábitos destructivos?
La segunda parte del Primer Paso, la admisión de que nuestra
vida es inmanejable, es tan difícil de asimilar como darnos cuenta que somos
impotentes. Nos podemos volver más observadores de los pensamientos y las
conductas de nuestro pasado y de lo cual todavía dependemos como una forma para
evadir nuestra realidad. Pero debemos ser absolutamente honestos, deshacernos
de los disfraces y ver las cosas como realmente son. Cuando dejemos de buscar
excusas para justificar nuestro comportamiento, habremos dado el primer paso de
humildad necesario para aceptar una guía espiritual con la que vamos a
protegernos para reconstruir nuestra vida.
Tu
historia: ¿Qué áreas de tu vida están fuera de control?
¿En qué situaciones específicas te excusas y justificas tu conducta?
La curación de una enfermedad se inicia al darnos cuenta de
su presencia. De una manera similar, nuestra sanación inicia al darnos cuenta
de nuestras conductas y actitudes destructivas y dar los pasos necesarios para
modificarlas.
Tu
historia: ¿Qué conducta específica te causa los
problemas que has estado evadiendo? ¿Qué conducta estas defendiendo mediante
justificaciones? ¿Cómo lo haces?
Al ir avanzando en el programa, descubriremos que el cambio
verdadero y duradero no sucede tratando de alterar las condiciones externas de
nuestra vida. Aunque es tentador pensarlo así, debemos tener presente que los
arreglos externos no pueden corregir los problemas internos, y que es necesario
renunciar a la creencia de que nos podemos sanar manipulando nuestro medio
ambiente. Nuestra buena disposición en trabajar los Pasos nos permitirá iniciar
nuestra curación permanente y que comienza por nuestro interior.
Tú
historia: En el pasado, ¿cómo trataste de alterar tus
condiciones de vida manipulando tu medio ambiente externo? ¿En qué áreas de tu
vida quieres hacer el bien haciendo lo que no deseas hacer?
Preparándote para la fraternidad
Comparte en tu grupo ANA las preguntas que más te gustaron
del Primer Paso. ¿Qué podría hacer otra persona para animarte en tu trabajo de
Primer Paso y tu recuperación? Específicamente, ¿qué puedes hacer para alentar
a tus compañeros en recuperación?
Ideas clave
v
Impotente:
En el Primer Paso descubrimos que la recuperación comienza con la admisión de
que somos impotentes. Admitimos que no tenemos poder sobre nosotros mismos para
vivir la vida como lo quiere nuestro Poder superior.
v Inmanejable: Hemos tratado de manejar
nuestra vida y la vida de otros. Sin embargo, nuestros manejos generalmente se
toparon con el fracaso. En el Primer Paso admitimos que no queremos controlar o
manejar nuestra vida como lo habíamos hecho.