"El Problema"[1]
Muchos de nosotros encontramos que
por haber crecido en un hogar alcohólico[2] teníamos
diversas características en común.
Nos habíamos llegado a sentir
aislados y nerviosos con otras personas, especialmente con las figuras de
autoridad. Para protegernos, nos convertimos en personas que buscamos agradar a
otros a pesar de perder nuestra identidad en el proceso. Asimismo, nos
equivocábamos porque interpretábamos la crítica personal como una amenaza.
O bien nos convertimos en
alcohólicos o nos casamos con alguno o ambas cosas. Y si no, encontramos alguna
otra persona con conductas obsesivo-compulsivas, tal como el trabajo en exceso,
para llenar nuestra necesidad enferma de abandono.
Vivimos la vida desde la
perspectiva de víctimas. Por un sentido sobre desarrollado de la responsabilidad,
preferimos preocuparnos por los problemas de otros que por los nuestros. Nos sentimos
culpables cuando hacemos valer nuestra opinión y por lo regular preferimos que
otros decidan por nosotros. Por ello, somos reactores en lugar de actores, y
preferimos que otros tomen la iniciativa.
Somos personalidades
dependientes, aterrorizadas por el abandono, dispuestos a hacer casi cualquier
cosa por mantenernos en una relación con tal de no sentirnos abandonados. Pero
contra nuestro bienestar, inconscientemente preferimos relaciones inseguras
porque se asemejan a las de nuestra infancia con nuestros padres alcohólicos.[3]
La enfermedad familiar del alcoholismo
nos hizo "Co-Víctimas"[4] –
personas con las características del alcoholismo sin siquiera haber tomado un
trago. De niños aprendimos a ocultar nuestros sentimientos y de adultos a reprimirlos.
Como consecuencia de este acondicionamiento, confundimos el amor con la
lástima, prefiriendo amar a aquellos que podemos rescatar. Aún más derrotados,
nos hicimos adictos a los problemas excitantes en todos los asuntos de nuestra
vida, prefiriendo el malestar constante que las soluciones constructivas.
“Esto es una descripción, no
una declaración”.
[2]
Hoy se sabe que los Adultos Niños no sólo son hijos de alcohólicos, sino también
de familias disfuncionales o adictos a substancias.
[3]
ANA los identifica como disfuncionales o con problemas por el uso de sustancias
[4]
ANA utiliza el término actualizado “coadicto” para referirse a un estado mental
y emocional de un adicto sin siquiera haber tomado la sustancia.
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