Admitimos que éramos impotentes ante las deficiencias de nuestra infancia - que nuestras vidas se habían vuelto inmanejables
Comprendiendo el primer paso
¿Recuerdas cuando eras niño y te hacían cosquillas? Y
algunas veces te las hacían tan fuerte que perdías el control, y gritabas “¡Me doy, me doy, por favor, ya no me hagas
cosquillas!”. ¿Y algunas veces, hasta que alguien te rescataba dejaban de
molestarte?
El Primer Paso es como este episodio de nuestra niñez. Nuestra
vida, conductas y actitudes son como esa persona cruel que nos hacía
cosquillas, y ahora nos causan dolor y daños. Y tratamos de controlar para
dominar y protegernos, pero los resultados frecuentemente han sido un caos. Y
ahora no queremos ni ceder el control ni liberarnos de este tormento. En el
Primer Paso admitimos que ya no podemos seguir así. Pedimos que nos liberen. Gritamos
llorando: “¡Me doy!”.
Trabajando el primer paso
El Primer Paso nos brinda la oportunidad para admitir
nuestra realidad y reconocer que nuestra vida no está funcionando como
quisiéramos. Aprovechamos esta oportunidad para dejar de fingir y enfrentarnos
a nuestra impotencia; en cierta forma, detenemos el malabarismo que hemos
realizado con nuestras vidas durante tanto tiempo. Admitimos que no podemos
continuar con la falsa idea de tener el control. Si esto significa dejar caer
las pelotas, entonces ¡que se caigan, y ya! Estamos tan cansados de
hacer tantos malabares con nuestra vida, que estamos listos para aceptar lo que
venga.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario